EL TANGO DE LA TRANSFORMACIÓN
La Prensa – 17 de Julio de 2013
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La coreógrafa Agustina Videla y la fotógrafa Nora Lezano en una obra sobre el baile social Social Tango.
Dirección: Agustina Videla and Nora Lezano.
Entrenamiento actoral: Carolina Tejeda.
Coreografía: A. Videla.
Vestuario: Renata Schussheim.
Iluminación: Marcelo Cuervo.
Bailarines: Eva Icikson, Rodrigo Arze, Sebastián Fernández, Lucía Ohyama, John Galindo, Guadalupe Ponzelli, Cristian García, Giselda Seewald, Edwin Olarte, Josefina Stellato, Leonardo Pankow, Violeta Videla, Horacio Herrera, Constanza Vieyto.
En el Teatro de la Ribera.
Mucho se ha hablado del baile de tango como medio de expresión artística, como disparador del encuentro social, y hasta de los beneficios que produce en la salud de quienes lo practican. Su poder transformador sobre las personas es, en cambio, el disparador de esta obra en cuya génesis se encuentran una bailarina de formación clásica y moderna, y una fotógrafa ligada al mundo del rock.
Un espíritu libre de ataduras recorre “Social Tango” en toda su extensión, aun cuando lo que se muestra es un baile de pareja, mayormente cerrado en el abrazo, al ras del piso y con arrebatos coreográficos cuidadosamente dosificados. El relato se enmarca en un continuo ir y venir entre lo que transcurre en escena y una pantalla que reproduce las imágenes de enorme belleza, donde la milonga, ese microcosmos gestado al ritmo de las grandes orquestas, se abre como un territorio a descubrir.
El hilo argumental es casi una excusa para abordar una cuestión mas profunda. Atraído por una encantadora dama (Guadalupe Ponzelli), un hombre común (Leonardo Pankow) trata de desentrañar los rudimentos del tango bailado en un intento para acercarse a ella. Transcurre así desde la frustración de quien no entiende los códigos establecidos, a la avidez por el conocimiento y el descubrimiento de un mundo aparte que emerge en los límites de la pista de madera lustrosa.
SERES DE LA NOCHE
El tango-y no la historia del género tanguero-cala hondo en su fibra más íntima y lo codifica. Tanto, que aun cuando el idilio no llegue a buen puerto, el hombre no será el mismo después de esa revelación.
Las imágenes que propone Nora Lezano, tanto en los cortos que se producen en escena como en la muestra fotográfica que se presenta en el foyer de la sala, le confieren catadura y un rostro humano a esos habitantes de la noche que ejercen el don de la improvisación en cada tanda. A la vez, Lezano sobrevuela la Buenos Aires que es cuna de ese arte repentista con una mirada curiosa, dando forma a una sucesión de imágenes de la ciudad que la muestran melancólica y voraz, como es sabido, pero también desvalida y cambiante.
La coreografía de Agustina Videla no se ciñe estrictamente a los cánones del baile de salón, sin que esto signifique que sus diseños resignen la impronta que lo caracteriza. El juego de desplazamientos de las parejas revela un trabajo meticuloso, tanto como las figuras que dibujan en el suelo. Sin serlo, la directora logro que las siete duplas de bailarines funcionen como un ballet, con una sincronicidad y un sentido de equipo que trasciende el escenario.
La banda sonora, como la obra toda, ha sabido nutrirse de la mixtura de elementos. Hermana a las grandes orquestas y voces de la época de oro del tango, con la sangre joven de Ariel Ardit y El Arranque, Esteban Morgado, y hasta el mismísimo El Cigala. El vestuario de Renata Schussehein actúa en sintonía con la vivacidad de la propuesta aportando color y movimiento. En un elenco de parejo lucimiento sobresalen los desempeños de Leonardo Pankow, Sebastian Fernandez y Gisela Seewald.
Daniel Sousa