DEL ESCENARIO A LA MILONGA
Revista Teatro (publicación de Complejo Teatral de Buenos Aires)
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Una coreógrafa y una artista visual se unieron para crear este espectáculo que propone una mirada desprejuiciada y actual sobre el baile porteño por excelencia, sin soslayar a sus verdaderos cultores: los milongueros.
Desde que sucedió ese milagro llamado Tango argentino, el espectáculo creado por Claudio Segovia que dio la vuelta al mundo, se consagró en París y en Broadway y diseminó el boom de la danza de tango a escala planetaria en los años ‘80, a este baile no siempre le resultó fácil encontrar nuevas y mejores formas de expresión sobre los escenarios. Más allá de las consabidas propuestas “for export” o de acercamientos más o menos nobles desde el género musical –y sin olvidar las notables experiencias de fusión del tango con la danza contemporánea que Ana María Stekelman y su compañía Tangokinesis ensayaron en los 90–, pareciera que aún pesa cierta estigmatización sobre esta danza a la vez popular y sumamente compleja, llena de sutilezas, y tremendamente seductora, sobre todo a los ojos de los extranjeros.
ORGULLO Y PREJUICIO
“Sin dudas, hay muchos prejuicios con el tango entre nuestros mejores y más talentosos artistas. Y esos prejuicios se terminan cuando llega una artista como Pina Bausch y se fascina con el tango. Entonces, aunque sea por un rato, comenzamos a verlo con otros ojos”. Quien lo dice es Agustina Videla, creadora de Social Tango, “un espectáculo de baile” que se estrenó en el Teatro de la Ribera del barrio de La Boca. Bailarina y coreógrafa de formación clásica y moderna, Videla se convirtió en bailarina de tango a los 18 y bailó por más de una década con Claudio Asprea, en festivales de Alemania, Rusia, Suecia, Portugal, Italia y Estados Unidos. Mientras enseñaba en el renombrado Salón Canning, entre clase y clase, comenzó a darle vueltas la historia de un hombre que sufre una verdadera transformación a partir de su encuentro con el tango.
“Había garabateado unas líneas de ficción sobre un tipo a quien la milonga le brindaba la oportunidad de ser alguien, de escapar de una vida rutinaria, de su destino de perdedor y solitario”, cuenta la coreógrafa sobre los gérmenes del espectáculo. “Lo llamé La revancha, un poco porque ese ser oscuro encontraba su redención en el espacio mítico de la milonga a partir de su talento para bailar. De allí surgió después la necesidad de acercarse, desde otro lugar, a la intimidad de los salones de baile y de sus protagonistas”.
La coreógrafa fue concibiendo un espectáculo con un doble objetivo que, en realidad, busca asimilarse en uno solo: “Por un lado, quería trasladar toda la belleza de la danza de tango al escenario, a través de siete parejas de bailarines profesionales. Pero sin desvincular el baile de su costado social, de lo que el tango significa para las personas. Quise dotar de un rostro humano a ese arte de pura improvisación y creación, que permite vincularse con lo artístico a cualquier edad, a partir de la doble comunión con la música y con la pareja”.
¿Pero cómo conseguir que ese “rostro humano”, el de los personajes de la comunidad tan diversa que conforma la milonga, aparezca sobre el escenario?
EL OJO DEL ROCK
A Nora Lezano se la conoce –y a ella no le gusta demasiado–, como “la fotógrafa del rock”. Pero, si bien hace unos años tomó distancia de ese universo e incursionó en el teatro (montó Relámpagos de lo invisible y Tapiz Pizarnik, espectáculos basados en textos de Olga Orozco y Alejandra Pizarnik respectivamente), es imposible olvidar sus retratos de Charly García, Fito Páez, Gustavo Cerati, Andrés Calamaro, Luis Alberto Spinetta o Ricardo Mollo, entre muchas otras estrellas del firmamento del rock autóctono.
En cuanto al tango, trabajó en Café de los maestros, el homenaje de Gustavo Santaolalla a los últimos grandes del género, además de que “en mi infancia sonaban Goyeneche y Julio Sosa en la casa familiar”, según confiesa Lezano, la responsable del video y la fotografía de Social Tango. Ella será la encargada de mostrar los verdaderos rostros de la milonga, a través de tres cortometrajes donde se ve a siete personajes representativos de la gran diversidad que asiste a los salones más populares de Buenos Aires.
“Me sedujo mucho ese espacio capaz de reunir, como ningún otro, a una gran multiplicidad cultural, generacional y socioeconómica, con el único deseo de lanzarse a la pista y abandonarse al baile”, comenta. “Lo primero que hice fueron retratos blanco y negro en un mini estudio que armé en Cachirulo, una de las milongas más populares de Buenos Aires. Las personas fueron trasladadas desde el salón de baile para ubicarlas por delante de un fondo blanco, neutro, para resaltar su individualidad y reflejar esa diversidad que convive en las milongas de la ciudad”.
Además de los retratos, que serán exhibidos en el FotoEspacio del Teatro de la Ribera, en una muestra paralela al espectáculo y curada por Juan Travnik, Nora Lezano realizó tres cortometrajes, también en blanco y negro, que interactúan con el baile mostrando fragmentos de la vida de los verdaderos protagonistas de las milongas: las personas comunes retratadas en su soledad. También aparecen imágenes de lo más tanguero que tiene el tango: la propia Buenos Aires, sus calles, sus barrios y sus grandes avenidas. Y, finalmente, la intimidad de una milonga, el momento del encuentro de los personajes. El baile y su periferia, lo que sucede en las mesas, en la puerta o en la barra de cualquier milonga porteña.
LO DIVERSO Y LO CONTEMPORÁNEO
“Valoro mucho la actitud de Nora, que nunca perdió su vocación de lanzarse, totalmente desprejuiciada, a observar ese mundo con su propia mirada”, dice la coreógrafa, quien se declara poco amiga de clasificaciones y rótulos tales como “Tango salón” o “Tango escenario” para definir los diferentes estilos y formas del tango bailado:
prefiere “construir un baile complejo a partir de elementos simples, una experiencia cuyo desafío sea encontrar la calidad de los movimientos y su complicidad con la melodía”.
En cuanto a lo musical, Social Tango responde con coherencia a las premisas estéticas que definen el resto del espectáculo: la diversidad propia de la milonga se aprecia en la selección de los temas, que van desde los tangos electrónicos de Narcotango hasta composiciones de las orquestas de los años 40, pasando por canciones interpretadas por Bebo & Cigala o “It Takes Two to Tango” de Louis Armstrong. “Y tratamos de evitar aquellos tangos demasiado transitados en los bailes como ‘La yumba’ o ‘La cumparsita’”, explica Videla. “Por el contrario, elegimos cosas que no se escuchan demasiado sobre un escenario como ‘Poema’ de Francisco Canaro o ‘Buscándote’, por la orquesta de Osvaldo Fresedo”.
Similar intención de escapar del siempre amenazante estereotipo visual tanguero se aprecia en el vestuario diseñado por Renata Schussheim que elude, en el caso de las mujeres, el arquetipo de la femme fatale de escote profundo y medias de red, ofreciendo una estética más ingenua pero no por ello menos sensual.
“Nuestra búsqueda estética y conceptual pasa porque el espectador se vincule con una música y una danza que le pertenecen, que le son propios. Pero mirando el tango desde el presente, desde nuestra contemporaneidad”, aclara Videla, y agrega: “Hemos querido rendir un homenaje a todos los desconocidos del tango, a los que lo bailan en su vida de todos los días”.